Era un día de invierno pero nací en una mañana cálida y soleada. No me acordaba de nada. Mi anterior vida solo parecía un sueño, un sueño recurrente en mi cabeza, pero nada más que un simple sueño. No, el recuerdo de una vida real, o de una compañera que cambió el rumbo de mi existencia.
Era el año 1980. Mi alma había vagado sin rumbo hasta encontrar ese cuerpo durante siglos. Nací en Australia, el país de olas por excelencia, sin embargo a mí nunca me gustó mucho ir al mar mientras que todos surfeaban o nadaban.
Mis padres eran unos humildes campesinos que lo que más valoraban era el trabajo. Eran nobles y muy buenos padres. Yo también los admiraba pero a mí me gustaba más aprender que trabajar, cosa que mis padres no entendían.
Los libros eran mi gran pasión. Las palabras. Amaba aprender nuevas cada día en mi niñez. Preguntaba qué era cada cosa. También me gustaba la geografía, en especial Egipto, que tenía algo que me llamaba mucho la atención, pero estaba demasiado enterrado en los confines de mi memoria y no lo podía recordar todavía.
Desde chica escuchaba mucha música, pero muchisima. A los once años habíamos comprado nuestra primer radio y yo me quedaba todo el día ensimismada escuchando la música que transmitía ese aparato. Me gustaba todo tipo de música, desde el jazz hasta el pop. Eso me iba a abrir muchisimas puertas. Era el comienzo de mi pasión por la música, una pasión que iba a cambiar mi vida.
Una noche, soñé con un arpa y se escuchaba vagamente una voz, lejana pero atrapante que parecía una profecía.
-Harás grandes cosas, confía en ti. Conocerás el mundo pronto. A los dieciocho años conocerás al amor de tu vida.
Arpas, violines y violoncellos sonaban y sonaban en mi mente y luego el sonido dulce y agudo de un piano. Y desperté.
Los sueños son muy extraños. Nunca se sabe si lo que soñas son mensajes del futuro o si son nada más que los sueños más añorados de cada persona.
No lo sé, pero supe que era muy real. Lo recordaba muy vívidamente para ser una simple ensoñación.
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Los años pasaron y yo tenía veintitres años y ya había terminado de estudiar en la universidad y decidí marcharme de mi hogar, quería explorar el mundo. Decidí empezar por Europa, a España, uno de los países "cunas" del arte y deseaba ir allí porque el arte, como la música, cambia a las personas, les da alas. A mí me cambió, me dió ambiciones y sueños.
Nunca me sentí tan triste de dejar a mi familia, pero tenía que decir adiós y perseguir mis sueños y encontrar mi destino.
Continuará...
(Se me borró la segunda parte, me quiero matar, mañana la voy a escribir de nuevo) Grrr...
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